Contexto histórico


Para comprender las señas de identidad culturales de esta región es conveniente resaltar aunque sea brevemente, las condiciones geográficas, económicas e históricas que le confieren una singular peculiaridad frente a otros lugares de Aragón. Tres son las entidades administrativas históricas con rasgos propios y comunes que merecen nuestra atención en este trabajo.

La Comunidad de Albarracín

La Comunidad de Albarracín, junto con la de Calatayud. Daroca y Teruel, tuvo su origen en la Edad Media y es la única que ha pervivido –aunque con cambios sustanciales con respecto a su naturaleza en el periodo foral- hasta nuestros días, sobreviviendo incluso a la propia orden de disolución de las comunidades, dictada por el gobierno de la nación en el año 1837. Así mismo, presenta una fuerte identidad frente al resto de las que configuraban la comunidad aragonesa. Ello se deriva de varios factores: en primer lugar, su cohesión interna, tanto histórica como geográfica y funcional, que permite delimitarla perfectamente de las zonas limítrofes; en segundo lugar, una gran homogeneidad, hecho también debido, sin duda, a lo reducido de su extensión. Esta coherencia se basa en su medio productivo (agrícola, ganadero o forestal), en su inserción geográfica y en su tipología de asentamientos. Finalmente, su vinculación histórica a partir de la Edad Media con diversas comunidades que le configuran sus características culturales.

Esta historia propia se refleja en la vigencia actual de una institución de origen medieval como es la Comunidad de Albarracín. La ciudad y su territorio fueron sede del reino musulmán de los Abu-Razim que se independizó como reino de Taifas a raíz de la desaparición del Califato de Córdoba. Durante la Reconquista, pasa a estar vinculada al reino de Navarra como enclave entre Castilla y Aragón, y se concedió en señorío a los Azagra, que rigieron los destinos de la ciudad y su territorio desde 1170 hasta 1284 año en el que Pedro III de Aragón toma la ciudad y la incorpora a sus dominios; la Comunidad de Santa María de Albarracín comenzó a tener un peso específico institucional tras la reorganización administrativa promovida por Jaime II (1267-1327).

El territorio de dicha Comunidad en el siglo XVI comprendía la ciudad y 17 aldeas agrupadas en 4 sesmas. A ellas se sumaron entre el s. XVII y el XIX 5 más formando el conjunto que hoy conocemos como Comunidad de Albarracín que lo constituyen: Albarracín, Bezas, Bronchales, Calomarde, El Vallecillo, Frías de Albarracín, Griegos, Guadalaviar, Jabaloyas, Monterde, Moscardón, Noguera, Orihuela, Pozondón, Ródenas, Royuela, Saldón, Terriente, Toril y Masegoso, Torres, Tramacastilla, Valdecuenca y Villar del Cobo. Albarracín, la capital de la Comunidad se extiende a lo largo de todo el territorio dejando como enclaves aislados los términos municipales de las aldeas (ver mapa) cuya explotación es común entre todos los pueblos, si bien se otorga a la ciudad el cincuenta por ciento de los beneficios más una parte alícuota del otro 50% restante. Esta peculiar personalidad administrativa, política y económica de sus instituciones ha influido en la arquitectura y urbanismo de los asentamientos de esta región desde sus orígenes medievales. Por ello, es fácil entender que el patrimonio arquitectónico de Albarracín sea con mucho la más abundante y monumental de la Comarca, comprendiendo las más importantes edificaciones militares (dos castillos, varias torres, portales defensivos y murallas), civiles (casa consistorial, un hospital-museo una decena de palacios) y religiosas (una catedral, dos iglesias, dos conventos y seis ermitas). El resto de los municipios cuenta con un patrimonio material mucho menos abundante y valioso con algunas excepciones en los municipios más ricos y poblados como son Orihuela del Tremedal y Gea de Albarracín ambas con destacados edificios religiosos y civiles.


La Diócesis de Albarracín

La diócesis de Albarracín, erigida en 1172 sobre el territorio del Señorío del mismo nombre, era independiente de Castilla y de Aragón. En 1259, el Papa Alejandro IV la une a la de Segorbe, manteniendo esta unión hasta que, Gregorio XIII en 1577, las vuelve a separar, pasando a ser diócesis independientes hasta mediados del s. XIX. Pio XI, en tiempos de reina Isabel II, suprime la Diocesis de Albarracín en el Concordato de 1851 y deja su jurisdicción bajo el tutelaje del obispo de Teruel nombrado Administrador Apostólico de Albarracín. Tal situación anómala terminó en 1984 con la Bula "Cum Nostrum" del Papa Juan Pablo II, que establece la unión "aeque et principaliter" (en igualdad de importancia) de las diócesis de Teruel y Albarracín.

Desde 1200 ya cuenta con catedral (El Salvador) y a lo largo de su existencia suma hasta 31 parroquias, 2 en Albarracín (Santiago y Santa María) y las 28 restantes repartidas entre otros tantos municipios, los 24 ya mencionados de la actual comarca, más Tramacastiel, Alobras, Veguillas, El Cuervo y Tormón que junto con Gea formaban del Condado de Fuentes (1508-1946) a nivel administrativo y Huelamo y Motos que fueron segregadas en 1956 decreto, del 1 de enero) y pasaron a Cuenca y a Sigüenza-Guadalajara, respectivamente. A estas parroquias, habría que unir más de 60 ermitas 1 santuario y 5 comunidades religiosas (4 conventos y un monasterio). Huelga decir que no hay patrimonio material en este territorio que se pueda comparar en monumentalizad y tesoros al eclesiástico.

La Comarca de la Sierra de Albarracín

En 2003 se creó la Comarca de la Sierra de Albarracín mediante la ley 1/2003 del Gobierno de Aragón. Está formada por los 23 municipios de la Comunidad de Albarracín más Gea y Rubiales anteriormente encuadradas en la Comunidad de Teruel lo que le confiere un territorio una superficie de 1.414 km2 y una población de 5.014 habitantes. Con sede en Albarracín, la Comarca tiene un gobierno compuesto de un presidente un secretario y 20 consejeros y en 2012 cuenta con un presupuesto de funcionamiento de 1.905.800 € y 45 empleados. Esta nueva división administrativa no implica la desaparición de la histórica Comunidad que conserva sus propiedades comunes y gobierno propio aunque su protagonismo socio-político y económico haya quedado notablemente reducido, como se demuestra en que su presupuesto de gastos en 2011 fuese 448.803 € y tan solo 4 empleados (1 fijo y 3 a tiempo parcial).

Mapa combinado de la Comunidad, Comarca y Diócesis de Albarracín.


Basado en el mapa de la Comunidad de Albarracín publicado en Cartillas Turolenses nº 24, p. 11


Demografía de la Comunidad y la Comarca de la Sierra de Albarracín

POBLACIÓN DE LA SIERRA DE ALBARRACIN* A TRAVES DE LA HISTORIA
FECHA DEL CENSO[1]
1.495
1.580
1.619
1.787
1.877
1.900
1.950
2.000
Jabaloyas
236
-
872
802
661
686
525
89
Terriente
328
-
1.200
636
868
1.023
810
184
Saldón
28
-
320
433
406
386
358
42
Valdecuenca
20
-
240
291
155
269
241
39
Toril y Masegoso
-
-
-
263
250
298
209
32
Bezas
-

40
152
164
328
330
70
SESMA JABALOYAS
612
2.436
2.672
2.969
2.874
3.332
2.790
525
Bronchales
124
-
400
511
741
810
668
457
Orihuela del Tremedal
188
-
680
1.251
1.052
860
1.042
628
Ródenas
64
-
240
282
372
386
440
98
Pozondón
13

84
309
309
509
533
83
Monterde de Albarracín
40
-
320
541
411
463
458
67
SESMA BRONCHALES
429
2.064
1.724
2.894
3.079
3.028
3.141
1.333
Villar del Cobo
380
-
640
381
412
473
441
223
Noguera de Albarracín
96
-
280
318
369
460
376
176
Tramacastilla
80
-
200
366
366
432
358
124
Griegos
-
-
240
318
270
301
340
138
Guadalaviar
-
-
280
562
330
392
518
287
SESMA VILLAR DEL COBO
556
1.068
1.640
1.945
1.747
2.058
2.033
948
Frías de Albarracín
204

720
654
435
447
485
157
Moscardón
120

360
500
405
416
338
55
Calomarde
76

240
246
370
379
350
82
Royuela
24

96
294
379
445
538
238
Torres de Albarracín
76

200
513
539
489
444
161
El Vallecillo
-
-
-
392
370
342
317
69
SESMA FRÍAS
500
1.716
1.616
2.599
2.498
2.518
2.472
762
TOTAL COMUNIDAD[2]
2.097
7.284
7.652
10.407
10.198
10.936
10.119
3.568
Albarracín
396
1.200
1.200
2.005
2.136
1.897
1.467
1.055
Gea de Albarracín





1.168
1.022
431
Rubiales





290
177
53
TOTAL COMARCA[3]





14.274
11.764
5.107
 NOTAS A LA TABLA DE POBLACIÓN


[1] Años 1495, 1580 y 1619: el para obtener el nº de habitantes se multiplica por 4 el de casas habitadas. Años 1877,1900, 1950 y 2000: datos extraídos directamente de los censos del INE
[2] Basado en la tabla publicada en  LATORRE CIRIA, J. M. "La comunidad de Albarracín", 2006, Cartillas Turolenses, p. 12. 
[3] La Comarca de la Sierra de Albarracín, fundada en 2003 comprende todos los municipios de la Comunidad de Albarracín más Albarracín, Gea y Rubiales


Relación histórica entre Comunidad, Diócesis y Comarca

Como síntesis reflejamos en la siguiente tabla la actual composición territorial y evolución de las tres instituciones mencionadas, así como la fecha (siglo) de adscripción a las mismas.


MUNICIPIO
COMUNIDAD DE ALBARRACÍN
DIOCESIS DE ALBARRACÍN
COMARCA SIERRA DE ALBARRACÍN
ALBARRACÍN
s. XX
s. XII
s. XXI
ALOBRAS
s. XII
ARROYO FRÍO
s. XII
BEZAS
s. XVIII
s. XVII
s. XXI
BRONCHALES
s. XII
s. XII
s. XXI
CALOMARDE
s. XII
s. XII
s. XXI
EL CUERVO
s. XII
FRÍAS
s. XII
s. XII
s. XXI
GEA
s. XII
s. XXI
GRIEGOS
s. XVII
s. XII
s. XXI
GUADALAVIAR
s. XVII
s. XII
s. XXI
HUELAMO[1]
s. XII
JABALOYAS
s. XII
s. XII
s. XXI
MASEGOSO
s. XII
MONTERDE
s. XII
s. XII
s. XXI
MOTOS[2]
s. XII
MOSCARDÓN
s. XII
s. XII
s. XXI
NOGUERA
s. XII
s. XII
s. XXI
ORIHUELA
s. XII
s. XII
s. XXI
POZONDÓN
s. XII
s. XII
s. XXI
RODENAS
s. XII
s. XII
s. XXI
ROYUELA
s. XII
s. XII
s. XXI
RUBIALES
s. XXI
SALDÓN 
s. XII
s. XII
s. XXI
TERRIENTE 
s. XII
s. XII
s. XXI
TORIL
s. XII
TORIL  Y MASEGOSO
s. XIX
s. XXI
TORMÓN
s. XII
TORRES
s. XII
s. XII
s. XXI
TRAMACASTIEL
s. XII
TRAMACASTILLA 
s. XII
s. XII
s. XXI
VALDECUENCA 
s. XII
s. XII
s. XXI
VALLECILLO, EL
s. XIX
s. XII
s. XXI
VEGUILLAS
s. XII
VILLAR DEL COBO
s. XII
s. XII
s. XXI

NOTAS A LA TABLA DE RELACIÓN HISTÓRICA COMUNIDAD, DIÓCESIS Y COMARCA


[1] Segregada en 1956 pasando a formar parte de la Diócesis de Cuenca
[2] Segregada en 1956 pasando a formar parte de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara

En este trabajo de recopilación y catalogación de ermitas, hemos utilizado el territorio de la Comarca de la Sierra de Albarracín que comprende íntegramente el de la histórica Comunidad de Albarracín -más Albarracín, Gea y Rubiales- pero no coincide con el de la Diócesis de Albarracín que incluye 5 poblaciones colindantes más como se puede observar en el mapa. No obstante, a efectos de la catalogación -no de inventario- hemos incluido las ermitas localizadas en todos los municipios de la Diócesis que no están incluidos en la Comarca.


Las ermitas en el contexto histórico

Aunque hay escasa constancia documental sobre la existencia de ermitas que daten de los primeros tiempos de la recolonización cristiana de estas tierras, podemos deducir de algunos rasgos arquitectónicos que perviven que los primeros templos que se construyeron en esa época eran pequeñas ermitas que seguían patrones constructivos románicos navarros y castellanos. Sobre ellas o sus ruinas se fueron edificando mayores templos cuando las aldeas iban ganando mayor grado de autonomía de la ciudad. De esta interesante época histórica de la Comunicad de Albarracín - Baja Edad Media – solo tenemos constancia de que sean 4 de nuestras ermitas medievales, aunque en la actualidad estén muy reformadas y apenas queden elementos originales. Se trata de la ermita de Santa Bárbara de Bronchales,  del s. XIV aunque sus orígenes se remonten posiblemente al s. XIII, la ermita de Santa Catalina de Rodenas, antigua parroquia, de estilo gótico temprano (s. XIII) de la que solo se conservan dos capillas y, finalmente, las ermitas del Carmen de Frías y de Albarracín, ambas del siglo XIII aunque muy reformadas también. Así mismo, los dos templos de mayor relevancia histórica y devocional de la Comunidad de Albarracín, los santuarios de la virgen del Tremedal de Orihuela y del Santo Cristo de la Vega de Albarracín, cuyas fábricas actuales datan de la Edad Moderna, parecen haber sido anteriormente templos medievales del siglo XIII y XIV respectivamente.





La mayoría de las 62 ermitas que han llegado hasta nuestros días provienen de la Edad Moderna (siglos XVI a XVIII). En esa etapa la Comunidad de Albarracín ya estaba unida a la corona de Aragón y su economía florecía basada en el desarrollo económico de la Sierra impulsado por el comercio de ganadería ovina y sus derivados. Fenómeno aún más destacable si tenemos en cuenta que la población media en la Edad Moderna fue de 8.060 habitantes. Bien es cierto que la población casi se quintuplicó en esa etapa, pasando de 2.493 habitantes en el censo de 1495 a 12.020 habitantes en 1787. Abundando más en este sorprendente auge de las construcciones religiosas para tan escaso número de feligreses, hay que señalar que a las ermitas que había en aquella época, hay que unir 30 parroquias, alrededor de 220 capillas, 2 conventos en Albarracín (Dominicos de ambos sexos) y 1 monasterio de los Trinitarios en Royuela. Y si consideramos los dos pueblos añadidos para formar la Comarca, Gea y Rubiales, habría que añadir dos parroquias, 5 ermitas y 2 conventos en Gea: Carmelitas descalzos y Capuchinas. Otro ejemplo de esta profusión de construcciones religiosas, lo constituye las 6 ermitas que mantenían los 50 vecinos de Frías de Albarracín en el siglo XVII, o las 13 ermitas de Terriente censadas en 1634 por Sebastián de Utienes para una población de 246 vecinos, o las 7 ermitas de Villar del Cobo mantenidas por 247 vecinos en 1640, o las 5 de Moscardón para 98 vecinos a mediados del s. XVII. En el caso de las ermitas, esta proliferación de edificaciones religiosas se debía a la dispersión de la población en masías relativamente alejadas -o incluso aisladas en inviernos por las inclemencias del tiempo- de los núcleos urbanos en esa época. Incluso hoy en día, hay ermitas en barrios alejados de los núcleos de población que ejercen las funciones de iglesias ofreciendo misas y sacramentos. Tal es el caso de las ermitas de Arroyo Frío perteneciente a Jabaloyas y El Villarejo, pedanía de Terriente.

La expulsión de los judíos en el siglo XV y de los moriscos en el s. XVII también pudo tener consecuencias significativas en la economía de la población cristiana y el clero de la Comunidad -particularmente en los municipio de Albarracín, Gea y Bezas- que se vieron repentinamente enriquecidos con las propiedades abandonadas por estos, fenómeno que se tradujo, entre otras cosas, en un aumento de la población cristiana y un auge de construcciones religiosas cristianas en el siglo XVI y XVII. Un posible reflejo de estos acontecimientos sea que sobre la sinagoga del barrio judío de Albarracín se construyese la actual ermita de San Juan Bautista.

La decadencia del patrimonio eclesiástico

Es así mismo son destacables algunos hechos históricos de la Edad Contemporánea que han influido poderosamente sobre el estado actual del patrimonio de la comarca: la Guerra de la Independencia, las Guerras Carlistas, la Guerra Civil Española, la fuerte emigración rural de los años de la posguerra y la acusada disminución de la fe religiosa de las últimas décadas.

La Guerra de la Independencia (1808-1814) supuso un importante trauma social, cultural y económico para la Comunidad de Albarracín. Los ejércitos franceses saquearon y destruyeron gran parte del tejido industrial relacionado con la lana que había proporcionado la prosperidad a estas tierras en los últimos dos o tres siglos. Entre esta masiva destrucción, se perdieron numerosos elementos del patrimonio cultural mueble e inmueble, entre ellos decenas de ermitas mencionadas por Sebastián de Utienes en años 1618-1624 que ya no aparecen en inventarios posteriores como el de Pablo Madoz de 1845. Cabe resaltar en este capítulo, la destrucción de la ermita santuario de la virgen del Tremedal, donde tuvo lugar una famosa batalla entre las tropas comandadas por el general Villacampa y las del general Suchet que se resolvió con la toma y destrucción del santuario por parte del ejercito galo. Así mismo, la ermita de santa Quiteria de Orihuela quedó destruida durante la contienda y, contrario a lo que pasó con la de la virgen del Tremedal, ya nunca volvió a levantarse. Tomás Collado en su obra "La historia de Albarracín" nos habla también otras destrucciones de edificaciones religiosas que acaecieron durante la Guerra de la Independencia como el convento de los Dominicos y la ermita de San Juan.

Durante las llamadas Guerras Carlistas entre absolutistas y liberales, Albarracín fue un importante reducto de los seguidores de partidarios de Carlos María Isidro de Borbón y sus descendientes. En esta época, tanto en la ciudad y toda su comunidad, se produjeron destrucciones de numerosos edificios civiles y militares y algunos religiosos como el convento de los trinitarios de Royuela.  Durante la tercera fase de la guerra, entre 1872 y 1876, se incendió la ermita del Cristo de la Vega de Albarracín perdiéndose la imagen veneradísima de Cristo que la presidía.

Así mismo, la última contienda acaecida en España, la Guerra Civil (1934-1939) tuvo graves repercusiones sobre el patrimonio cultural de esta región, y particularmente sobre el eclesiástico. Iglesias y ermitas fueron bombardeadas, saqueadas, expoliadas y quemadas a causa fanatismos religiosos y con ellos todo tipo de obras de arte, enseres y valiosos archivos eclesiásticos sin los cuales es muy difícil reconstruir gran parte de los orígenes y el devenir del patrimonio cultural de estas tierras serranas. La enumeración de los destrozos sería demasiado extensa para el propósito que nos ocupa, pues no hubo casi ningún edificio religioso que se salvase totalmente de destrucciones y desmantelamientos accidentales o intencionados.

Unido al empobrecimiento y destrucción de infraestructuras causados en el mundo rural por la última contienda bélica y el modelo franquista de desarrollo de la economía basado en la industrialización en los grandes núcleos urbanos, en los años 50 y 60 se produjo un fuerte fenómeno de emigración del campo a las ciudades industrializadas en toda España. A todo ello, en la Sierra de Albarracín, podríamos añadir las peculiaridades del adverso clima, el aislamiento, escasez de infraestructuras culturales y educativas, la propia emigración forzada durante la guerra fratricida y la secular pobreza de su agricultura y ganadería. Como consecuencia, dos terceras partes de la población serrana emigró a grandes ciudades, particularmente a la Comunidad Valenciana por ser donde la que la mayoría de los serranos se refugiaron durante la contienda y donde quedaron muchos a vivir, atrayendo consigo a familiares y amigos. Esta despoblación ha significado la desatención, el desuso y abandono de las infraestructuras de todo tipo con las repercusiones que ello conlleva. 

Si a todo lo anterior unimos la fragilidad de las humildes edificaciones de mampostería con techumbres de madera se entiende aún mejor el por qué se han arruinado tantas edificaciones en pocas décadas. Cabe también mencionar aquí el perverso efecto del vandalismo y el expolio que ha sufrido el patrimonio en general y en particular el más alejado de las poblaciones en las últimas décadas.

A este ya de por sí desolador panorama de adversidades para el conjunto patrimonio cultural de las zonas rurales, hay que unir el fenómeno fuerte pérdida de creencias y prácticas religiosas. Con el cambio de valores espirituales por otros basados en la propiedad, el consumo y el hedonismo que se ha producido en las ultimas décadas, no es de extrañar que el protagonismo que en otro tiempo tuvieron estos modestos templos, haya quedado reducido a la celebración de alguna romería veraniega sobre todo si conlleva festejos en los bellos parajes en que se encuentran enclavados muchas ermitas.

La batalla del olvido

No sería objetivo terminar este relato histórico sin aportar un atisbo de esperanza, o "brote verde" usando el símil popularizado recientemente. En las dos últimas décadas de prosperidad económica (desde 1990 a 2010), se ha producido un fenómeno de recuperación de tradiciones y revalorización del patrimonio cultural y natural en toda la nación. El auge del turismo rural y el retorno estival de los hijos y nietos de las familias emigrantes de la guerra, ha empujado a las Administraciones públicas a invertir en la recuperación del patrimonio material e inmaterial de las zonas agrestes y mejorar las infraestructuras en general para atraer y satisfacer una creciente demanda de cultura de las clases medias cansadas de la oferta de playa y viajes turísticos. En este aspecto hay que mencionar la positiva influencia que las subvenciones tanto europeas como nacionales y locales para la revitalización de las zonas rurales deprimidas, entre los que cabe destacar los programas de desarrollo rural cofinanciados por el Gobierno de Aragón y la Unión Europea (Fondos Leader, Feder, etc.), a los que hay que añadir ayudas de la Comarca de la Sierra de Albarracín y los propios ayuntamientos. La iniciativa y el empeño de algunas autoridades municipales también ha sido clave en este proceso de recuperación de patrimonio. También hemos podido constatar la existencia de participación ciudadana espontánea en forma de derramas o incluso de voluntariado para obras de reparación y mantenimiento en muchos municipios.

           Por otra parte, está aún por escribir las repercusiones que la actual crisis económica pueda tener sobre este proceso de recuperación del patrimonio cultural. Por un lado, las subvenciones ya están sufriendo recortes drásticos frenando así numerosos proyectos de restauración que están a la espera, pero de otro, el mundo rural tendrá en teoría mejores condiciones para continuar su revalorización como alternativa ecológica y cultural a precios asequibles y como refugio de tranquilidad frente al estrés que producen las ciudades y la presión psicosocial de la depresión económica. Sin descartar la aceleración del incipiente fenómeno de recuperación de población activa que se viene produciendo en la última década atrayendo con ellos mayor diversidad y sensibilidad cultural.

Para concluir este breve alegato en defensa de las ermitas como patrimonio cultural, nada mejor que dejar constancia de un hecho singular que ha tenido lugar en este mismo siglo. Nos estamos refiriendo a la construcción de una nueva ermita dedicada a santa Bárbara construida por D. José Luis Almazán en una finca rural privada en El Llanillo  de Gea de Albarracín. Estas imágenes dan una idea de la magnitud del empeño.


Ermita Santa Bárbara del Llanillo (Gea) | Fotografías de Javier Redrado